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Apuntes acerca de la normalización en las clases virtuales

Escrito por Iván Montes Iturrizaga* | abr 19

A inicios del 2020, el sector educativo estaba más centrado en las clases presenciales que en el aprendizaje digital (e-learning). Sin embargo, el contagio vertiginoso de la COVID-19 forzó a los Gobiernos a decretar cuarentenas y cerrar las instituciones educativas, afectando a millones de estudiantes alrededor del mundo. La educación no podía parar y fue así como el mundo se volcó hacia las clases virtuales, obligando a maestros y alumnos a adaptarse rápidamente.

 

Nuevos desafíos

 

Para los educadores, este cambio ha contemplado el enfrentar desafíos en al menos cuatro dimensiones:

 

  • Optimizar nuestro perfil como usuarios de diversas herramientas (software)
  • Adaptar nuestros contenidos a la enseñanza no presencial
  • La adquisición de nuevos repertorios didácticos
  • Y el aprender a conducir aulas (en sesiones sincrónicas) de tal modo que se mantenga una adecuada disposición para aprender por parte de los estudiantes. A lo que tradicionalmente se le conoce como “mantener la disciplina” en el aula.

Sobre este último punto, y para distanciarnos de las connotaciones autoritarias a las que conlleva el término “disciplina”, preferimos hablar de la “normalización”; entendiéndola como un proceso complejo de naturaleza preventiva orientado a establecer las condiciones adecuadas para conducir el proceso de enseñanza - aprendizaje.

El tiempo: un recurso valioso


De esta manera, el normalizar depende mucho de los educadores (de todos los niveles y modalidades) quienes deben exhibir una serie de despliegues para que el “tiempo en la tarea” sea elevado; y, por ende, se gatillen las condiciones óptimas para aprender.

 

En otras palabras, y en vista de que para enseñar y aprender bien se precisa de la mayor cantidad de minutos, no podemos darnos el lujo de desperdiciar este valioso recurso.


Por ejemplo, imaginemos a un colega que en cada sesión virtual invierte mucho tiempo en captar la atención de sus estudiantes, se aboca a corregir conductas difíciles (o desafiantes) y reprende con sermones interminables cada vez que alguien le raya la pizarra digital.

 

Como consecuencia de esto, podríamos determinar muy probablemente que ese enseñante pudo mantener solo un 60% del tiempo en la tarea. O, dicho de otro modo, se desperdició el 40% de tiempo total en llamar la atención a sus discípulos; lo cual supone intercambios entrecortados, tensos por momentos y sin posibilidades de gestar un entorno propicio para gestar aprendizajes significativos.

 

En fin, y a pesar de que los profesores pueden tranquilamente apagar los micros y cámaras, es deseable que no se tenga que llegar a este extremo; puesto que lo ideal es que con gran respeto las clases sean espacios vertebrados por disposiciones realmente dialógicas, respetuosas y con una elevada participación ordenada.

 

Es más, lo ideal sería prevenir de manera adecuada estas situaciones que demandan valiosos minutos.

 

El rol del docente


Al respecto, no vayamos tampoco a pensar que los estudiantes son los culpables de todo y que como docentes no podemos hacer nada o mucho al respecto. Todo lo contrario, pues gran parte de estos actos (así como el plagiar o copiar) se relacionan con lo que hacen o dejan de hacer los maestros. Además, la evidencia empírica para saber si el problema radica más en el enseñante o en sus discípulos, la podemos encontrar cuando nos percatamos de que en un mismo año, ciclo o semestre no se presentan estos actos en todos los cursos.

Esto es más que lógico, puesto que los estudiantes tienden a estas conductas indeseadas cuando tienen al frente a profesores inseguros, poco preparados, rígidos al momento de comunicarse y con escaso sentido del humor, entre otras características.


A esto podemos añadir que en los entornos virtuales nuestra perspectiva y manejo del espacio son completamente diferentes.

El anonimato en los entornos virtuales podría ser una variable importante que jugaría en contra si es que no conocemos bien las herramientas digitales. Pero bueno, y en honor a la verdad, debemos reconocer que esta coyuntura nos agarró de sorpresa a todos; quienes hemos aprendido sobre la marcha a resolver incidencias de toda índole de la noche a la mañana.

 

Algunas recomendaciones

 

En lo referido a la normalización en las sesiones virtuales, proponemos cinco alcances que tal vez puedan ser de utilidad en estos momentos. 

 

                        1. Practique una serie de rutinas amigables a lo largo de sus clases, que abarquen los diferentes momentos que van desde el saludo a la despedida. Tampoco, se trata de ser inflexible y mucho dependerá de la situación cambios necesarios.

                      1. Dedique un tiempo especial para motivar intrínsecamente a sus estudiantes; sea muy coloquial y pretenda desde un inicio el vincular el nuevo contenido con los saberes previos y, al mismo tiempo, con sus proyecciones prácticas o cognoscitivas.

                      2. Sea un comunicador de impacto que hace uso de inflexiones de voz, emplee lenguaje sugerente y apóyese en el lenguaje no verbal de una manera muy plástica desde el punto de vista escénico. Tenga en cuenta que el lenguaje monocorde termina cansando, desmotivando e inhibiendo la corteza cerebral.

                      3. Resuelva las conductas difíciles citando al o a los estudiantes en privado en una sala especial de la plataforma o aula virtual. No se aparte nunca, así le hayan jugado una travesura mayúscula, de la caridad, la fraternidad y la intencionalidad formativa que debe mediar sus interacciones para con sus estudiantes. Sea firme dependiendo de la situación; pero nunca abandone su rol de maestro que enseña con el ejemplo.

                      4. Disfrute con sus discípulos los momentos graciosos, las ocurrencias y aquellas situaciones chistosas que nunca faltan; recuerde que el sentido del humor y el aprendizaje son muy buenos amigos desde siempre.

Por último, y en caso necesitemos ayuda, tal vez pueda ayudar el recurrir a un colega experimentado para que presencie nuestras clases virtuales y nos ofrezca una amigable retroalimentación.

 

Todo esto, no solo en cuanto a la normalización, sino también, con respecto a en nuestros diferentes desempeños en una sesión de aprendizaje sincrónica a través de las plataformas digitales.

 

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(*) Psicólogo Educacional y Doctor en Ciencias de la Educación de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es Director del Área del Conocimiento de Psicología de la Escuela de Posgrado de la Universidad Continental.