A inicios del 2020, el sector educativo estaba más centrado en las clases presenciales que en el aprendizaje digital (e-learning). Sin embargo, el contagio vertiginoso de la COVID-19 forzó a los Gobiernos a decretar cuarentenas y cerrar las instituciones educativas, afectando a millones de estudiantes alrededor del mundo. La educación no podía parar y fue así como el mundo se volcó hacia las clases virtuales, obligando a maestros y alumnos a adaptarse rápidamente.
Para los educadores, este cambio ha contemplado el enfrentar desafíos en al menos cuatro dimensiones:
Sobre este último punto, y para distanciarnos de las connotaciones autoritarias a las que conlleva el término “disciplina”, preferimos hablar de la “normalización”; entendiéndola como un proceso complejo de naturaleza preventiva orientado a establecer las condiciones adecuadas para conducir el proceso de enseñanza - aprendizaje.
De esta manera, el normalizar depende mucho de los educadores (de todos los niveles y modalidades) quienes deben exhibir una serie de despliegues para que el “tiempo en la tarea” sea elevado; y, por ende, se gatillen las condiciones óptimas para aprender.
En otras palabras, y en vista de que para enseñar y aprender bien se precisa de la mayor cantidad de minutos, no podemos darnos el lujo de desperdiciar este valioso recurso.
Por ejemplo, imaginemos a un colega que en cada sesión virtual invierte mucho tiempo en captar la atención de sus estudiantes, se aboca a corregir conductas difíciles (o desafiantes) y reprende con sermones interminables cada vez que alguien le raya la pizarra digital.
Como consecuencia de esto, podríamos determinar muy probablemente que ese enseñante pudo mantener solo un 60% del tiempo en la tarea. O, dicho de otro modo, se desperdició el 40% de tiempo total en llamar la atención a sus discípulos; lo cual supone intercambios entrecortados, tensos por momentos y sin posibilidades de gestar un entorno propicio para gestar aprendizajes significativos.
En fin, y a pesar de que los profesores pueden tranquilamente apagar los micros y cámaras, es deseable que no se tenga que llegar a este extremo; puesto que lo ideal es que con gran respeto las clases sean espacios vertebrados por disposiciones realmente dialógicas, respetuosas y con una elevada participación ordenada.
Es más, lo ideal sería prevenir de manera adecuada estas situaciones que demandan valiosos minutos.
Al respecto, no vayamos tampoco a pensar que los estudiantes son los culpables de todo y que como docentes no podemos hacer nada o mucho al respecto. Todo lo contrario, pues gran parte de estos actos (así como el plagiar o copiar) se relacionan con lo que hacen o dejan de hacer los maestros. Además, la evidencia empírica para saber si el problema radica más en el enseñante o en sus discípulos, la podemos encontrar cuando nos percatamos de que en un mismo año, ciclo o semestre no se presentan estos actos en todos los cursos.
Esto es más que lógico, puesto que los estudiantes tienden a estas conductas indeseadas cuando tienen al frente a profesores inseguros, poco preparados, rígidos al momento de comunicarse y con escaso sentido del humor, entre otras características.
A esto podemos añadir que en los entornos virtuales nuestra perspectiva y manejo del espacio son completamente diferentes.
El anonimato en los entornos virtuales podría ser una variable importante que jugaría en contra si es que no conocemos bien las herramientas digitales. Pero bueno, y en honor a la verdad, debemos reconocer que esta coyuntura nos agarró de sorpresa a todos; quienes hemos aprendido sobre la marcha a resolver incidencias de toda índole de la noche a la mañana.
En lo referido a la normalización en las sesiones virtuales, proponemos cinco alcances que tal vez puedan ser de utilidad en estos momentos.
Por último, y en caso necesitemos ayuda, tal vez pueda ayudar el recurrir a un colega experimentado para que presencie nuestras clases virtuales y nos ofrezca una amigable retroalimentación.
Todo esto, no solo en cuanto a la normalización, sino también, con respecto a en nuestros diferentes desempeños en una sesión de aprendizaje sincrónica a través de las plataformas digitales.
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(*) Psicólogo Educacional y Doctor en Ciencias de la Educación de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es Director del Área del Conocimiento de Psicología de la Escuela de Posgrado de la Universidad Continental.