Por mucho tiempo el docente ha sido el centro del modelo de aprendizaje, mientras que el estudiante era solo el receptor. Sin embargo, este modelo ha cambiado hacia uno centrado en el estudiante y en las actividades que este debe de realizar.
Cuando uno indaga con los profesionales que desarrollan la docencia en educación superior, preguntándoles, si el día de mañana tienen una sesión de enseñanza-aprendizaje, ¿qué es lo primero que viene a su mente para el diseño de dicha experiencia? Las respuestas que se obtienen son el o los temas que corresponde desarrollar según el sílabo, los materiales o recursos a utilizar para desarrollar dichos temas, la metodología, etc.
Esto demuestra que la principal preocupación es diseñar esa experiencia en base a lo que el docente necesita para ejecutar su labor de enseñanza; a continuación, se muestra un diálogo:
Jorge y Pablo, son dos profesionales que ejercen la docencia en una institución de educación superior, estableciendo el diálogo siguiente:
Jorge: Mira Pablo, hoy he enseñado a mis estudiantes a elaborar un ensayo.
Pablo: Qué bien, voy a pedirles entonces que hagan un ensayo en la asignatura a mi cargo, y así lo hace, encontrando que no saben elaborar un ensayo. Ante lo cual, le manifiesta a Jorge, este suceso.
Jorge: pero Pablo, te dije que les había enseñado elaborar un ensayo, pero no dije que ellos habían aprendido.
Esta situación hace imprescindible reflexionar sobre quién debe ser el protagonista del proceso formativo. De ello dependerá la forma en que se diseñe la experiencia de aprendizaje del estudiante. Si consideramos que el centro lo tiene el docente, entonces, primará en el diseño la mirada de la actividad de este para generar aprendizajes en los estudiantes. Mientras que, si consideramos, que el centro del proceso formativo es el estudiante, entonces en el diseño primarán las actividades que debe realizar el estudiante para lograr su aprendizaje. Conoce más en este artículo sobre el nuevo modelo de educación centrado en el estudiante.
El docente por mucho tiempo ha sido el protagonista de los procesos educativos, concibiéndose que su labor consistía en transmitir, informar, compartir información, conocimientos, experiencias, etc. De este modo, el estudiante recepcione lo que le proporciona su docente, y luego lo aplique en función de lo que se le enseña. Sin embargo, esta postura ha ido variando, conforme han surgido explicaciones de la forma en que aprendemos. Siendo la más aceptada cuando el sujeto que va a aprender, es el que asume el protagonismo de las actividades y, por tanto, se hace responsable de su proceso formativo.
Este cambio no implica deterioro en la autoridad del docente, sino una redefinición de los roles que desempeñarán en su misión fundamental, que es la de lograr que sus estudiantes vivan experiencias, que luego se convertirán en aprendizajes; haciendo que ellos asuman la responsabilidad de su proceso formativo.
El hecho de considerar al estudiante como el centro del proceso formativo, implica un cambio de paradigma. Es decir, pasar de diseñar la actividad del docente (enseñanza), a diseñar las actividades de los estudiantes (aprendizaje); cambiando desde el pensar qué voy a enseñar, a qué van a aprender mis estudiantes; qué materiales o recursos voy a utilizar para enseñar a diseñar materiales o recursos que los estudiantes deben utilizar para lograr su aprendizaje.
La secuencia de planificar, desde la perspectiva del aprendizaje que deben alcanzar los estudiantes, es la siguiente:
1.Identificar el aprendizaje de los estudiantes al finalizar el proceso formativo, puede ser una sesión, una actividad, una asignatura, etc.
Esta secuencia se plasma luego en función de lo que se está planificando, en sílabos, sesiones de enseñanza-aprendizaje, guías de trabajo, etc.
Por tanto, es necesario que el profesional que labora en la educación superior, tenga claridad sobre el aprendizaje que deben alcanzar sus estudiantes, y cómo lo van a evidenciar, de modo que pueda elaborar los recursos o materiales que los estudiantes requerirán para lograr el aprendizaje previsto, dando con ello prioridad a la secuencia de actividades que debe seguir el estudiante en su proceso formativo, pasando a un segundo plano el protagonismo del docente, en cuanto a actividades de enseñanza.
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