Un día para celebrar a los maestros

Maria Isabel León
Por: Maria Isabel León
Directora del Área de Educación de la Escuela de Posgrado de la Universidad Continental

En Perú, celebramos cada 6 de julio el Día del Maestro. Pero, ¿qué es un maestro y cuál es el verdadero motivo a celebrar? La palabra maestro deriva del latín “magister”, compuesto del prefijo “magis” que significa “más” y el sufijo “ter” que significa “contraste”. El origen de la palabra hace referencia a una persona con un alto grado de conocimiento.


Cerrando los ojos y haciendo un viaje hacia el pasado, podemos entender que las sociedades humanas siempre necesitaron de la docencia. Esta es un arte vital para transmitir conocimientos imprescindibles para la supervivencia. Es así que la importante labor de transmitir conocimientos, como las mejores técnicas para cazar o pescar, generalmente era asumida por aquellos “veteranos” que habían adquirido la mayor experiencia y conocimiento en sus espacios de convivencia.

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Un poco de historia

 

A lo largo de la historia, el rol que el profesorado ha desempeñado dentro de las sociedades ha marcado rotundos cambios y reflexiones frente a los distintos sistemas educativos,

 

Desde las etapas de la sociedad humana primitiva, el entorno educativo se fue haciendo cada vez más complejo: empezó a asentarse en pequeñas comunidades y posteriormente en las ciudades, desde las más rústicas a las más desarrolladas. El aprendizaje entonces contenía también temas religiosos, tradiciones y costumbres de esos pueblos.


Haciendo un salto hacia la Grecia antigua, hacia la Atenas clásica, encontramos a los sofistas, considerados como los primeros docentes de la historia. Su nombre significaba “el que tenía la profesión de enseñar la sabiduría”.


En Roma, la tarea de educar recaía muchas veces en esclavos helenos, pues eran valorados como portadores de las pautas docentes que buscaban la perfección: la estética, la música, la poesía, la literatura y la filosofía.


Tras la caída del imperio romano, en la Edad Media, el trabajo docente quedó en manos de la Iglesia. Enseñar a leer y escribir estuvo bajo el control de los religiosos; quienes a su vez tenían la misión de formar a los príncipes y nobles.


Al llegar a la Edad Moderna (siglos XV-XVIII), muchas universidades contaron con docentes que provenían de la clase social más alta, de la burguesía. Los alumnos también provenían de la misma esfera social. La enseñanza se tornó más práctica y se concentró en oficios que sirvieran a la corte.


Durante los siglos XVIII al XIX, la docencia convierte el oficio del docente en algo más que un repetidor de contenidos. El docente asume un papel de instructor de la personalidad de los niños y jóvenes y no solo un transmisor de materias y conocimiento duro. Entonces, se van introduciendo nuevas técnicas de aprendizaje y las órdenes religiosas, como los Jesuitas, las incorporan a su práctica diaria.


Ya en el siglo XX, la pedagogía madura como ciencia y se pone a prueba en las escuelas, sobre todo públicas, a través de las diferentes teorías pedagógicas. Tras la segunda guerra mundial, se busca la estabilidad y la paz para evitar nuevos conflictos y aparece el desarrollo del “estado de bienestar” para garantizar derechos fundamentales como el de la educación. El derecho a la educación se convirtió así en un pilar de los estados desarrollados.

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En la actualidad


En pleno siglo XXI, el docente es una figura clave para la creación de sociedades más libres. Su labor va más allá de la reproducción de conocimientos: es el encargado de guiar y estimular a los educandos durante todo su proceso de enseñanza y aprendizaje.


Si bien la mayoría de los modelos educativos no han sufrido muchos cambios en las últimas décadas -seguimos teniendo las tradicionales aulas de pizarra y carpetas-; si damos un vistazo fuera de las aulas, la realidad es muy diferente. Sobre todo en coyunturas post pandémicas como las que ha vivido la humanidad en los últimos años. Hoy todos usamos la tecnología de una forma u otra, por ello los estudiantes necesitan docentes que tengan o promuevan competencias digitales y que sean capaces de mejorar los procesos de enseñanza- prendizaje con el vínculo de la tecnología. Pero, sin duda a equivocarme, un docente no puede ser sustituido por la tecnología. La tecnología puede emplearse como apoyo a través de nuevas estrategias, a través de diferentes plataformas digitales existentes, de manera que el docente sea capaz de acompañar, estimular y orientar el aprendizaje a través de los nuevos medios y abordar con nuevas estrategias los intereses de los estudiantes.

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La educación no cambia al mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo. La única forma de mejorar la educación es mejorando las competencias, habilidades y actitudes de quienes tenemos y asumimos la misión de enseñar; de quienes tenemos la más noble de las misiones humanas: la de estimular a los demás y guiarlos en su propio camino de desarrollo. Nosotros, los maestros.


Asumir este reto, nos lleva a comprometernos con una nueva forma de ejercer la profesión y de formar a estas complejas sociedades modernas, en vertiginoso cambio cada día. Y, tal como sucede en la historia humana, los ciclos se repiten, se mejoran y se transforman. Por ello, en el Día del Maestro, celebramos relamente a todos estos seres humanos, hombres y mujeres, comprometidos con la sublime labor de inspirar, de despertar y de estimular a otros seres humanos para que desarrollen sus capacidades y se atrevan a soñar y a enfrentar la vida con mejores armas y con mayor corazón. ¡Feliz día a todos los maestros! Y muy en especial, a los alumnos de nuestra Maestría en Educación con Mención en Docencia en Educación Superior.

Maestría en Educación con mención en Docencia en Educación Superior

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