El forjarse una profesión universitaria supone un compromiso muy importante con la sociedad y una vocación sólida por abrazar de por vida una actividad en particular. Implica, el amar con mucha pasión ese campo del saber que nos acompañará durante toda nuestra existencia.
Al iniciar una carrera se produce un matrimonio entre nuestra identidad personal y la identidad profesional que se desarrollará desde el día en que pisamos por primera vez una escuela o facultad. Esto es inevitable y una prueba de esta relación íntima entre lo personal y lo profesional es que los que los ingenieros piensan como ingenieros, los médicos se comportan como médicos y los maestros tienen una forma de ser que los caracteriza.
En síntesis, cada cual se comporta, siente y piensa como su grupo profesional. De esta manera esas formas de ser, particulares y especiales a pesar de las diferencias personales, nos van definiendo como miembros de un grupo profesional determinado.
Pero esto tan bonito no es amor a primera vista. Nadie pasa por una universidad y se queda prendado por una determinada carrera repentinamente. La vocación se va evidenciando desde la infancia y se presenta con nitidez en la adolescencia gracias al apoyo oportuno de padres, maestros y familiares. Y son esas vocaciones – ojalá fuertes – las que experimentan los jóvenes a manera de un llamado interior que les dice “esto quiero ser”, “no me imagino estudiar otra cosa” o “para esto he nacido”.
Ante el llamado firme, sólido y sustentado por estudiar una determinada carrera, el rol de un padre es de apoyar a los hijos. Este apoyo significa conducirlos, ayudarlos, animarlos y seguramente, ofrecerles opciones en cuanto a las universidades que podrían brindar una mejor formación.
En el ámbito de la elección de carrera, los adultos no interfieren, ordenan ni controlan pues la vocación viene de adentro y solo es equiparable a cuando estamos enamorados de verdad y no reparamos en los impedimentos que pudieran existir para estar al lado del ser amado.
Lamentablemente, muchas veces los padres – y maestros- se oponen a determinadas carreras que son subestimadas con el mito de que no tienen una gran demanda por parte del mercado. Es así que con frecuencia el mundo adulto frustra verdaderas vocaciones y posibilidades de servicio social al oponerse a carreras como el arte, la literatura, la historia, las matemáticas y el teatro, entre otras.
Incluso se piensa erróneamente que existen mejores carreras que otras y se cree que de verdad existen carreras del futuro. Nada más falso. No existen carreras del futuro, todas seguirán de alguna manera cultivándose y serán esperadas por la sociedad. Seguramente, aparecerán algunas nuevas carreras (que en su gran mayoría son micro especialidades de otras), pero siempre se necesitarán las carreras que todos conocemos y que tienen ya siglos en la historia de la humanidad.
Sin embargo, el prejuicio mayor del mundo adulto está marcado por el dinero y en el falso supuesto de que el estudiar determinadas carreras dará – como por arte de magia – una gran estabilidad económica. Aquí, se olvidan que el resultado de seguir una vocación no se mide en monedas, sino en la satisfacción y en la felicidad de que fuimos realmente consecuentes con ese llamado interior. Es probable que una persona que haya seguido su camino totalmente enamorado de su opción se convierta en un buen profesional.
Las profesiones universitarias, a diferencia de las ocupaciones u oficios, son ámbitos del saber muy especializados. Suponen el dominio teórico al más alto nivel y el manejo de una serie de herramientas para intervenir en la realidad. De esta manera, los diferentes grupos profesionales han desarrollado en el tiempo mecanismos para garantizar la formación de nuevos profesionales en sus respectivos campos.
Los mecanismos mencionados en el párrafo anterior fueron desarrollados inicialmente por los cuerpos o gremios que agrupaban a los médicos y que han planteado los modelos para legitimar las profesiones en el plano social. En este sentido, los colegios o asociaciones profesionales asumen la misión de velar y salvaguardar el campo de trabajo en cada caso. ¿Qué criterios emplean?
Los maestros, tutores, psicólogos escolares y padres están llamados a apoyar a los jóvenes para que puedan descubrir el sentido de sus vidas y opten por una profesión que les genere satisfacción y felicidad. Para ello, el respeto pleno a todas las carreras y el centrar todos los esfuerzos orientadores en la realización personal tendrían que ser los ejes vertebrales de toda interacción al respecto. ¿Qué carrera estudiaste? ¿Estás contento con tu elección? ¡Cuéntanos en los comentarios!