La salud pública no solo es una dimensión del bienestar humano, sino un pilar estratégico para el desarrollo integral y sostenible del país. El presente artículo reflexiona sobre la importancia de la salud pública en el futuro del Perú, buscando estimular un diálogo constructivo sobre cómo reposicionar la salud pública en el centro de la agenda nacional.
1. Salud pública: más que servicios, una función estratégica del Estado
La salud pública no debe reducirse a la oferta de servicios médicos. Su campo de acción incluye la vigilancia epidemiológica, la prevención de enfermedades, la promoción de estilos de vida saludables, la gestión de riesgos sanitarios, la preparación ante emergencias, y la regulación de entornos seguros para la vida y el trabajo.
El Estado cumple un rol indelegable como garante del derecho a la salud, actuando a través de sus funciones esenciales de salud pública. Estas funciones permiten asegurar no solo el control de enfermedades, sino también la equidad, la participación social y la intersectorialidad en la toma de decisiones que afectan la salud colectiva.
Una salud pública fuerte implica:
- Sistemas de información integrados y oportunos.
- Capacidad para generar y utilizar evidencia en políticas.
- Liderazgo efectivo con capacidad de rectoría.
- Recursos humanos bien formados y con misión de servicio público.
- Presupuesto público que refleje la prioridad sanitaria nacional.
2. La salud es una resultante social, no un hecho clínico aislado.
El modelo biomédico tradicional se enfoca en el individuo enfermo, pero la salud de una sociedad se explica principalmente por factores estructurales (también llamados, determinantes sociales).
- Educación: A mayor nivel educativo, mejor autopercepción de salud, mejor uso de servicios, mayor adherencia a tratamientos.
- Ingreso y trabajo: La informalidad laboral limita el acceso al aseguramiento, genera inseguridad alimentaria, y aumenta el estrés crónico.
- Vivienda y saneamiento: Son determinantes de enfermedades transmisibles y no transmisibles.
- Género y etnicidad: Las brechas en salud se acentúan entre mujeres, poblaciones indígenas y afrodescendientes.
En el Perú, estos determinantes son marcadamente desiguales. La salud pública tiene el rol de corregir esas inequidades a través de intervenciones integradas e intersectoriales.
3. La pandemia como espejo: lo que la crisis sanitaria nos enseñó
El COVID-19 actuó como una tomografía de las sociedades. En el caso peruano, expuso deficiencias profundas:
- La fragmentación del sistema de salud entre subsistemas (MINSA, EsSalud, FF. AA., privados) que no se comunican, compiten por recursos y duplican funciones.
- La infraestructura insuficiente, concentrada en áreas urbanas, sin capacidad para absorber la demanda en situaciones de crisis.
- La escasa inversión en salud pública: apenas 2.2% del PBI antes de la pandemia, cuando el estándar internacional sugerido por OPS/OMS es al menos 6%.
- La alta informalidad laboral (más del 70%), que dejó a millones sin ingresos ni cobertura durante la emergencia.
- La desconfianza institucional, que limitó la efectividad de las campañas de prevención y vacunación.
- La pandemia no solo afectó la salud, paralizó la economía, la educación, el transporte, la producción agrícola y la seguridad ciudadana.
La lección es clara: sin salud pública sólida, el crecimiento económico no puede sostenerse.
4. Un nuevo contrato social basado en la salud
La salud pública puede y debe ser el eje articulador de un nuevo contrato social en el Perú, que supere el asistencialismo y se fundamente en el enfoque de derechos. Esto implica:
- Reconocer que la salud es una inversión, no un gasto.
- Asumir que los determinantes sociales de la salud deben ser abordados con políticas intersectoriales sostenidas.
- Adoptar el enfoque de salud en todas las políticas, donde cada sector evalúe el impacto sanitario de sus decisiones (educación, transporte, economía).
- Incluir la visión de Una Sola Salud (One Health), que articula la salud humana, animal y ambiental como un solo sistema.
- Incorporar la interculturalidad y la participación comunitaria como principios rectores de la política de salud pública.
Este contrato social debe expresarse en un plan nacional de salud pública a largo plazo, con gobernanza participativa y capacidad para sostenerse más allá de los ciclos políticos.
5. La salud pública como catalizador del desarrollo sostenible
La evidencia internacional es clara: los países que invierten sistemáticamente en salud pública y determinantes sociales logran mejores indicadores de desarrollo humano, productividad y cohesión social. Algunos de los principales impactos son:
- Mejor rendimiento escolar.
- Mayor productividad laboral.
- Menores niveles de pobreza multidimensional.
- Mayor estabilidad social y política.
- Mayor confianza en las instituciones.
El desarrollo sostenible del Perú en los próximos 30 años dependerá de su capacidad para construir un sistema de salud pública fuerte, moderno y resiliente, que articule sectores, empodere comunidades y reduzca las brechas estructurales. ¿Buscas contribuir a la construcción de un Perú más saludable y equitativo?
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