Los principios de pertinencia, calidad y excelencia constituyen los fundamentos de aquello que debemos entender como el nuevo proceso educativo y los retos de la educación superior para el siglo XXI.
En la educación superior, el camino de la excelencia transita por las rutas del proceso docente-educativo y por las del proceso de la investigación científica. Los docentes, para estar a la altura de los retos que demanda el proceso educativo, tienen que dominar los conocimientos científicos y técnicos de cada disciplina o especialidad que imparten; así como las habilidades y aptitudes generales, haciendo uso de las últimas metodologías que les permitan el logro de sus objetivos.
Dicho esto, podemos coincidir en que la calidad educativa está íntimamente ligada y relacionada a la calidad del docente. Sin embargo, pocas veces concluimos que una de las condiciones necesarias para que un docente tenga esta calidad debe ser la demostración de que tiene vocación para la enseñanza.
Y, ¿que conlleva la vocación en sí misma? Pues, una inclinación a trabajar con dedicación, con esmero, con apertura y alegría. El docente de calidad debe querer hacer, saber hacer y conocer cómo hacer. El docente de calidad debe preocuparse por cada uno de sus estudiantes y predicar con el ejemplo; debe tener la habilidad de practicar la justicia, la prudencia y convertirse en una antorcha para sus estudiantes.
De acuerdo con la Ley Universitaria, los requisitos básicos para el ejercicio de la docencia universitaria implica el contar con el grado de maestro para la formación en el nivel de pregrado y de maestro o doctor para las maestrías o programas de especialización.
Sin embargo, un oficio aclaratorio emitido por la Sunedu en el año 2016 flexibiliza el requisito previamente señalado. El mencionado oficio señala que para ser docente universitario en la carrera de medicina no se necesitaría contar con el grado de magíster, debido a que el título de especialista sería el equivalente a una maestría.
En el caso de las facultades de medicina, los docentes deben tener principalmente especialidades acordes a los temas a impartir pero, además, es ideal que tengan conocimientos acerca de los procesos pedagógicos y de las técnicas didácticas modernas que les permitan llegar a sus estudiantes.
El proceso de enseñanza-aprendizaje constituye una unidad indisoluble que forma parte de un proceso complejo y único. En este proceso, los docentes juegan un papel fundamental, pues son los agentes que hacen posible su misión primordial.
Un docente, como individuo experimentado que utiliza diferentes métodos y técnicas para lograr que un estudiante aún inexperto elabore y construya su propio conocimiento, utiliza procesos bidireccionales en lugar de una simple transmisión de información. En este proceso, interactúan permanentemente el estudiante, el docente y también la entidad educativa, que es la que ofrece el marco de formación elemental.
En los procesos de enseñanza y aprendizaje del siglo XXI, los estudiantes asumen la responsabilidad de la adquisición de su propio conocimiento, a través de un ejercicio de plena autonomía.
En este contexto, y regresando a nuestra preocupación sobre la docencia universitaria para las carreras de salud, podemos afirmar que son pocos los autores que refieren las competencias académicas y profesionales que debe poseer un buen docente que se desempeñe en el campo médico.
En términos generales, podemos señalar que las competencias básicas para los docentes de las ciencias de la salud no difieren mucho de las competencias de los profesionales de otras especialidades. Entre ellas encontramos el dominio de los temas a impartir, la adecuada selección de los métodos y herramientas de enseñanza, así como incentivar los logros que se esperan de los estudiantes, utilizando para ello los procesos de comunicación que faciliten el aprendizaje y los enlacen con los objetivos de los procesos de evaluación y trabajo en equipo con sus pares, en aulas o plataformas especializadas.
Algunas de las funciones más destacadas que debe contemplar un docente de calidad implican la motivación, las habilidades para dirigir el proceso de enseñanza, los recursos de evaluación y la retroalimentación. Para lograr este propósito, el docente tiene que entender a cabalidad que tiene un papel fundamental no solo como proveedor de información, sino también como asesor, facilitador y creador de recursos.
En el docente recae el moldeado de los futuros profesionales de la salud, por ello debe recordar siempre que el buen docente no nace, sino que se forma. En consecuencia, debemos señalar que, para ser docente de ciencias médicas, no basta poseer conocimientos científicos, sino que es indispensable dominar las competencias pedagógicas.
Como hemos visto, la contribución de los docentes universitarios en ciencias de la salud es invaluable para el futuro de la salud y la medicina; pues son una parte vital para lograr la calidad educativa y el éxito de los estudiantes. Por ello, deben tener conocimientos científicos y técnicos profundos en su área de especialización, pero también deben contar con una sólida base en pedagogía que les permita transmitir sus conocimientos de manera eficaz.
Conscientes de esto, en la Escuela de Posgrado de la Universidad Continental ofrecemos la Maestría en Educación con Mención en Docencia en Educación Superior. Gracias a nuestro modelo de formación, fortalecemos las competencias necesarias para llevar adelante la docencia en el más alto nivel.
La habilidad para guiar a los estudiantes en la identificación y solución de problemas, la capacidad para promover la evaluación continua de conocimientos, la motivación a favor de los estudiantes, el desarrollo de pensamiento crítico y el estímulo del interés en la investigación son solo algunas de las funciones que potenciaremos en los docentes enfocados en las ciencias de la salud. ¿Te animas a contruir el futuro de la medicina? Solicita más información aquí.