¿Qué tanto podemos confiar en nuestras instituciones públicas? ¿Qué nos garantiza que logremos llevar a cabo nuestros proyectos de vida en el país? Podemos construir esa confianza a través de la ética, en el día a día de la ejecución de la función pública.
La ética es una concepción valorativa de la vida en términos de lo que es bueno, obligatorio o justo. Pretende decirnos cuál debe ser el orden de prioridades en la vida como personas y como miembros de una comunidad.
Podemos decir también que la ética es un saber racional que nos va a permitir orientar la acción y tomar decisiones pensando siempre en el largo plazo.
En la práctica, la ética en la función pública nos permite solucionar conflictos, crear puentes entre posturas contrarias en una sociedad de tantos contrastes como es en la que vivimos. La ética nos permite además innovar y crear soluciones cuando ni la tradición ni las autoridades son una opción. Gracias a su carácter reflexivo, la ética nos permite generar acuerdos y tomar decisiones responsables.
La ética nos brinda un conjunto de herramientas, como códigos éticos y principios que nos permiten reflexionar sobre los valores de la democracia, la libertad, la igualdad, la tolerancia.
Respeto: Por la Constitución y las Leyes. Garantiza que en todas las fases del proceso de toma de decisiones o en el cumplimiento de los procedimientos administrativos, se respeten los derechos a la defensa y al debido procedimiento.
Probidad: Actuar con rectitud, honradez y honestidad. Procura satisfacer el interés general y desechando todo provecho o ventaja personal, obtenido por sí o por interpósita persona.
Eficiencia: Brinda calidad en cada una de las funciones a su cargo. Procura obtener una capacitación sólida y permanente.
Idoneidad: Entendida como aptitud técnica, legal y moral. El servidor público debe propender a una formación sólida acorde a la realidad, capacitándose permanentemente para el debido cumplimiento de sus funciones.
Veracidad: Autenticidad en las relaciones funcionales, contribuye además con el esclarecimiento de los hechos.
Lealtad y Obediencia: Fidelidad y solidaridad hacia todos los miembros de su institución. Cumpliendo las órdenes que le imparta el superior jerárquico competente, en la medida que reúnan las formalidades del caso y tengan por objeto la realización de actos de servicio que se vinculen con las funciones a su cargo, salvo los supuestos de arbitrariedad o ilegalidad manifiestas, las que deberá poner en conocimiento del superior jerárquico de su institución
Justicia y Equidad: Permanente disposición para el cumplimiento de sus funciones, otorgando a cada uno lo que le es debido.
Lealtad al Estado de Derecho: El funcionario de confianza debe lealtad a la Constitución y al Estado de Derecho.
Además de los principios descritos, la ética en el Perú está normada por los siguientes:
Mirtha Escajadillo, abogada y especialista en temas de ética nos comenta que hoy en día la ética está muy en boga dentro de las entidades, la función y los medios de comunicación.
“Hoy en día se han emitido diversas normas que regulan mucho la ética y la lucha contra la corrupción. Adicionalmente a eso, se ha creado la Secretaría de integridad, dependiente de la Presidencia del Consejo de Ministros, PCM, y también se ha emitido mucho normatividad al respecto”, afirma Escajadillo.
Actualmente, se cuentan con normas sobre gestión de denuncias, denuncias anónimas, gestión de intereses, declaración jurada de intereses, y otras adicionales.
Escajadillo recomienda a los funcionarios públicos que puedan revisar toda esta normativa que va a ayudar mucho como funcionarios y gestores públicos. Recordemos que la ética tiene que estar presente en nuestra actividad tanto pública como privada.
Ahora que conoces más sobre la importancia de la ética en la función pública, puedes dar el siguiente paso con una Maestría en Gerencia Pública.