De cara a su modernización, el Estado peruano tiene grandes retos por venir. Sin embargo, más allá de las áreas sociales en las que debe enfocar su atención como la salud, la educación o la seguridad, es necesario cumplir con una lista de prioridades para lograr que sus procesos sean realmente efectivos.
Si los procesos no funcionan adecuadamente, cualquier política pública que se ejecute, por bien intencionada que sea, no rendirá los resultados esperados. Por ello, el reto de la modernización ocurre simultáneamente en dos flancos: a lo externo de las instituciones, porque las necesidades de los ciudadanos no esperan; y a lo interno de la estructura estatal, donde ya empieza a operar un cambio de paradigma.
Dicha modernización está acompañada de estas siete prioridades que el Estado no debe perder de vista:
Parece obvio, pero tanto la eficiencia como la eficacia siguen siendo las metas principales para lograr la modernización. Mientras la planificación y la ejecución no cumplan adecuadamente con los objetivos, no podremos hablar de un Estado moderno.
Eficiencia es la capacidad para realizar adecuadamente una función. Por su parte, la eficacia es la capacidad de alcanzar un efecto con una o varias acciones realizadas. Ser capaces de hacer realidad las políticas públicas, ofreciéndole al ciudadano lo que necesita al menor costo posible y logrando el efecto esperado sobre su satisfacción y calidad de vida, marca la gran diferencia entre una gestión que solo promete y una que cumple con sus responsabilidades.
Un rasgo característico de la modernización del Estado es su enfoque orientado al ciudadano. En este esquema el Estado diseña sus procesos y proyecta los resultados en función de las necesidades de la población. Esto le brinda flexibilidad para adaptarse a los cambios del entorno sin perder de vista sus objetivos principales.
Si el enfoque está en satisfacer las necesidades de la ciudadanía, para lograrlo, el Estado moderno se apoya en los gobiernos descentralizados, brindándoles autonomía en los ámbitos que les competen, siempre en vínculo con el gobierno central, pero sin interferir en su desempeño. De este modo, se garantiza que los recursos y las políticas públicas que fomentan el bienestar lleguen a todos los espacios del territorio.
Las acciones estatales propician la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos, brindándole acceso a los servicios y opciones para sus elecciones vitales. Un Estado inclusivo busca acotar las brechas de desigualdad existentes, brindando a todos los ciudadanos servicios de calidad sin importar diferencias de género, raza, nivel socioeconómico ni religión. Cuando todos los derechos son para todas las personas, hablamos de modernidad.
Un Estado transparente, accesible a los ciudadanos, que rinde cuentas y fomenta la participación ciudadana, sin duda es un Estado que ha entendido el proceso de modernización, en el cual la integridad pública es fundamental tanto para los funcionarios públicos como para las instituciones en las que se desempeñan. La apertura y una política de cuentas clara es un antídoto eficiente contra la corrupción.
Es conocida la metáfora que equipará a los Estados tradicionales con enormes paquidermos ya extintos, pero la cura para el Estado es incorporar la innovación a sus procesos.
No hablamos necesariamente de modernización tecnológica, sino de incorporar el cambio como método frecuente para introducir novedades a la gestión, ¡eso es innovar! Formar gestores públicos listos para hacer que cosas nuevas pasen es formarlos en el pensamiento creativo e innovador.
Finalmente, empezar a pensar en función de metas es una de las prioridades de la modernización estatal. Si no cumple un objetivo, si no cambia positivamente la vida de las personas, si no genera un resultado en la realidad, la política pública pierde utilidad y, por lo tanto, el Estado resiente la disconformidad de la ciudadanía.
El enfoque de la gestión por resultados viene a desplazar los viejos vicios de proy ectos, presupuestos o planes que reposan durante años en las gavetas de la administración pública. Actuar para presentar resultados y cumplir con las prioridades de la modernización, es lo que cambiará la cara tradicional del Estado por un rostro fresco, jovial, más dinámico, eficiente, comprometido y enfocado en el logro.
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