Tener herramientas para la toma asertiva de decisiones es fundamental para todo gerente, sin embargo, en el caso de la gerencia pública las decisiones toman otro sentido: una buena decisión tomada a tiempo puede impactar positivamente a miles de ciudadanos, mientras que una mala decisión pública puede afectar desde la calidad de vida de las personas hasta el crecimiento de un país.
Es precisamente en la responsabilidad de las decisiones públicas donde radica la importancia de que los gestores sepan elegir correctamente entre varias opciones. Estos son algunos de los pasos que se deben seguir para decidir adecuadamente.
Esto puede marcar la diferencia entre una opción acertada y una equivocada. Los gestores públicos están llamados a conocer todas las aristas de un tema, escuchar todos los puntos de vista, saber de qué recursos se dispone y basarse en los datos fácticos, los cuales pueden ser más reveladores que las opiniones subjetivas.
La evaluación del entorno permite entender cuál será el impacto de una decisión específica. Existen distintos tipos de entornos en función a si el impacto de la decisión es social, económico o político. Para entenderlos hay que conocer a los actores y los factores involucrados. Por ejemplo, considerar cómo el clima o los embates de la naturaleza antes de tomar una decisión, es una manera efectiva de evaluar el entorno.
Al tener toda la información a la mano y la evaluación de los entornos, el decisor procede a plantearse distintos escenarios, cada cual de mayor complejidad que el anterior. No hay peor pesadilla para un gestor o planificador público que la realidad le tome por sorpresa.
Cuando los escenarios decisionales se prevén, se puede estar preparado para todo. Esta certeza ayuda a que la decisión se tome con mayor seguridad porque, sin importar el escenario que ocurra a posteriori, estará listo para enfrentarlo.
Hay un elemento que no hemos mencionado, que tiene que ver con la ética. Preguntarse sobre los efectos futuros de una decisión marcan la diferencia entre un gestor público comprometido y un autómata. Poner a los ciudadanos primero, evaluar si la decisión está siendo coaccionada por alguna fuerza externa o por sus propios intereses, aspirar a ser un ejemplo de virtud, es el “filtro moral” que hace que las decisiones puedan ser sostenidas en el tiempo.
Equivocarse en una decisión personal puede ser difícil y acarrear dolorosas consecuencias, pero los errores en las decisiones públicas pueden llevar al funcionario público incluso ante la justicia. Tener en cuenta estas consecuencias lo hará consciente de su responsabilidad de tomarse en serio cada decisión, dándole la importancia que se merece.
En la etapa cumbre del proceso decisional se debe tomar en consideración todos los puntos anteriores, la información, la evaluación y los escenarios, pero también la oportunidad. Una buena decisión tomada a tiempo puede salvar vidas, pero una buena decisión que llega tarde puede ser igual de perjudicial que elegir equivocadamente.
Las demoras en las decisiones muchas veces responden al temor y esto afecta severamente la calidad de los servicios públicos. Pero el miedo al error no puede dominar el proceso de toma de decisiones porque una de las principales funciones del funcionario es que las políticas públicas se ejecuten a tiempo y para ello se requieren decisiones oportunas.
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