Educación remota de emergencia vs. educación digital

Maria Isabel León
Por: Maria Isabel León
Directora del Área de Educación de la Escuela de Posgrado de la Universidad Continental

A mediados de marzo del 2020, los ciudadanos peruanos escuchamos en cadena nacional el mensaje del entonces presidente de la república, anunciando una cuarentena forzosa de dos semanas por haberse iniciado en nuestro país la pandemia por COVID-19.

 

En medio de la súbita paralización de muchas actividades económicas, se suspendieron también las clases en todos los niveles educativos a nivel nacional. 


El 01 de abril del mismo año, la cuarentena fue extendida por un plazo adicional y posteriormente por otro y otro más. Desgraciadamente, la suspensión del servicio presencial de clases se prolongó por tantos meses que terminó provocando una crisis y una emergencia educativa.

 

Entonces, se dispuso, a través de sendas resoluciones ministeriales, que el sistema educativo quedaba suspendido presencialmente y debía migrar a una oferta no presencial de emergencia. 

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¿En qué consistió la educación remota de emergencia?


Tal como señalamos antes, este concepto de educación “remota de emergencia” apareció a raíz de la crisis sanitaria mundial por COVID 19, en la que la población tuvo que someterse a largas cuarentenas forzosas que impedían la asistencia escolarizada a los servicios educativos. 


Mientras por años las leyes habían facultado únicamente un 50% de educación a distancia, de pronto, el sistema se vio forzado a adaptarse a la virtualidad en un plazo extremadamente corto, sin ningún tipo de capacitación o preparación previa. 


Algunas entidades educativas que ya venían experimentando con plataformas virtuales, tuvieron más facilidad para atender a sus estudiantes durante la emergencia; mientras que otras tuvieron que migrar casi a ciegas a plataformas gratuitas antes desconocidas para muchos (como Zoom) y utilizar medios novedosos (como WhatsApp) para mantener el contacto con los estudiantes y poder cumplir con las mallas curriculares dispuestas, en un entorno 100% virtual.


La experiencia también fue frustrante para millones de estudiantes de todos los niveles, que no tenían acceso a un internet adecuado o no tenían acceso a una computadora o laptop para acceder a sus clases virtuales, debiendo utilizar únicamente sus teléfonos celulares para este fin.


Pero la educación remota de emergencia no solo se valió de estas herramientas, también incorporó el esfuerzo desplegado por el Ministerio de Educación para ofrecer educación escolar vía televisión de señal abierta para los estudiantes de educación básica durante unas pocas horas al día, a nivel nacional.


En esta última forma, los docentes no tenían ningún papel protagónico y los alumnos no podían interactuar con ellos ni con sus pares, limitándose a espectar la clase enlatada a través de la pantalla de televisión.


A pesar de las diversas dificultades enfrentadas, la educación remota de emergencia permitió continuar con el servicio educativo, logrando que la educación no se detuviera y se evitara la deserción estudiantil mientras duraba la crisis. 

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¿Qué es educación digital? 


Mencionamos líneas arriba que cuando llegó la pandemia, algunas entidades educativas ya venían experimentando con plataformas virtuales y es que la educación digital es una modalidad educativa que surgió mucho antes de la pandemia, como parte del avance tecnológico y los cambios socioculturales que la humanidad ha vivido con el desarrollo de la Internet. 


Es importante destacar que si bien la educación remota de emergencia se centró en virtualizar (pasar al entorno digital) la mayoría de las interacciones y contenidos, no hubo verdaderamente un cambio en el planteamiento metodológico o en el uso de las fuentes de información. Este es, quizá, uno de los principales desafíos que se busca superar con la educación digital.


Los contenidos digitales son muy plurales, pueden adaptarse mejor al contexto y al nivel de los alumnos y, sin duda, necesitan de la intervención activa del alumno para construir su aprendizaje.


Así, además de eliminar barreras de distancia y tiempo, la educación digital nos brinda mayores posibilidades para lograr una educación inclusiva, pertinente y equitativa. Y es que cuando se inició la educación escolar en Latinoamérica, alrededor del siglo XVIII, se pensó en ella como una forma de dar condiciones similares a todos, lograr las mismas oportunidades. Esto llevó a la estandarización de los contenidos y las metas de aprendizaje. 


Sin embargo, este enfoque ha ido cambiando. Si bien la tendencia a la uniformidad permitió masificar la educación; el siglo pasado surgió una nueva, enfocada en diferenciar, estableciendo, por ejemplo:

  • Educación especial para personas con habilidades diferentes
  • Educación intercultural
  • Educación de adultos
  • Educación para niños con capacidades superiores o sobresalientes, entre otras.

Hoy estamos llegando incluso a un punto distinto, en el que la tendencia mundial en la educación gira hacia la personalización. Es decir, busca reconocer la diversidad en las personas y sus necesidades, ya no tanto mediante la separación por grupos, sino mediante el ofrecimiento de distintas alternativas.

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No todos tienen, en el mismo momento, las mismas capacidades, las mismas condiciones o incluso los mismos intereses para aprender algo. La educación digital permite que las personas puedan elegir aquello que más les conviene, que más les interesa o que les es posible de acuerdo a su condiciones particulares. Entramos así a repensar aspectos vinculados a la sincronía y asincronía[1], accesibilidad, etc.


El rol del docente en este nuevo escenario también se transforma. Se convierte en un tutor, encargado de acompañar y guiar el aprendizaje de los estudiantes.

 

En conclusión, la educación digital va mucho más allá que la educación remota de emergencia; implica cambios profundos en la forma de pensar los procesos de enseñanza aprendizaje, nuevos planteamientos metodológicos, la incorporación de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial, transformar el rol docente, entre otros.

 

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[1] El aprendizaje sincrónico se caracteriza porque los alumnos y el docente se encuentran en el mismo lugar al mismo tiempo; mientras que el aprendizaje asíncrono significa que el estudiante aprende a su propio ritmo en su propio horario y desde el lugar en el que se encuentre, sin la presencia del docente. Si deseas ampliar sobre este punto, puedes revisar este artículo sobre el modelo formativo de los posgrados a distancia de la EPG Continental, donde explicamos cada componente a mayor detalle.

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