En el célebre libro de Platón, titulado La República, Sócrates instruye a Glaucón de los peligros que acechan al buen gobierno, como son la ambición y la codicia, males endémicos propios de hombres perversos que desean alcanzar el poder público para gobernar con intereses mezquinos y particulares. El discípulo cuestiona al maestro, afirmando que los hombres buenos no quieren gobernar, ni por dinero ni por honores, y el castigo por rehusarse a participar en política entonces, es ser gobernado por hombres inferiores.
Platón concluye esta reflexión, señalando que, si hubiera una ciudad formada toda ella por hombres de bien, habría probablemente lucha por no gobernar, como ahora la hay por gobernar, y entonces se haría claro que el verdadero gobernante no está en realidad para atender a su propio bien, sino al del gobernado.
Más de 2 000 años han pasado desde la publicación de una de las obras más influyentes y conocidas de Platón, que data del año 370 a.C, sin embargo, sus ideas se sienten más vigentes que nunca, frente a la grave crisis de representatividad que se vive actualmente y el descrédito de la democracia como sistema de gobierno, no solo en América latina sino en el mundo.
El escritor polaco, Zygmunt Bauman, en su libro Modernidad Liquida, refiere como en la actualidad, los individuos que formamos parte de la sociedad, hemos cambiado el paradigma de identificación con el Estado, como un ente que representaba un futuro, a lo que él denomina modernidad sólida, a un desvanecimiento de esta sensación, que ha dado paso a una incertidumbre, eliminando el concepto de Estado-Nación, en razón de que el Estado ha dejado de representar esos valores de comunidad, para pasar a ser un intermediario de los detentadores reales de poder, los grupos económicos que manejan los mercados financieros, por lo qué avizora un detrimento en la credibilidad de las democracias.
He dividido el presente artículo en dos partes, abordando en esta primera entrega, una breve caracterización del régimen político contemplado en nuestra legislación, y una introducción sobre la crisis de representatividad, como principal factor responsable de la necesidad de reformas políticas en nuestro país, complementando estas ideas, en una segunda entrega que contendrá las reformas vigentes efectuadas durante el gobierno de Alejandro Toledo (tras la caída de Alberto Fujimori); y las últimas reformas aprobadas en el gobierno de Martín Vizcarra, para concluir finalmente con nuestras propuestas.
Régimen Político en el Perú
En el Perú, la Constitución Política de 1993, establece en su artículo 43º, que el Estado es democrático, social, independiente y soberano. Determinando como forma de gobierno, uno, unitario, representativo y descentralizado, que se organiza según el principio de la separación de poderes.
Es así que la Carta Fundamental, nos refiere como un Estado Democrático de Derecho, teniendo al individuo y su dignidad como base sobre la que se construye la sociedad y el Estado y determinando nuestro sistema de gobierno, como una democracia representativa de modelo presidencialista atenuado con mecanismos que favorecen al parlamento, como nuestra última experiencia con la vacancia presidencial a puertas de un proceso electoral en el 2021.
La democracia consagra pues, la capacidad de los ciudadanos de participar en la vida política del país, no solo a través del sufragio sino a través de otros tantos mecanismos que garantizan su representación, dentro del Estado Constitucional de Derecho; sin embargo, este sistema político se encuentra seriamente cuestionado, con índices muy bajos de satisfacción, en Latinoamérica (Santos, Y. & Martínez, O., 2017), el 33.3% de la población tiene poca confianza en el gobierno, mientras que un 41.8%[1] ninguna confianza en absoluto, lo que claramente grafica un problema de legitimidad en las autoridades representativas, que desarrollaré en el siguiente punto.
Crisis de representatividad
En palabras del Dr. Carlos Hakansson, los partidos políticos son la célula básica de la clase política, y al existir una débil posición en el sistema de partidos, en nuestro país, esta célula ha dejado de formar políticamente a líderes y militantes ausentes o desinteresados, constituyendo un reto significativo el recuperar la confianza perdida o el adaptarse a la posmodernidad, y a la fluidez de la acción social y política que se suscita en las calles y se convoca por redes, como hemos podido evidenciar en las marchas del pasado mes de noviembre que conllevaron a una renuncia forzada del Presidente interino, tras las fatídicas muertes de dos jóvenes universitarios.
La crisis de representatividad se manifiesta a través de la ausencia de actores políticos institucionalizados, un claro ejemplo son las elecciones de cara al 2021, en donde vemos un gran número de independientes o invitados como candidatos en las fórmulas presidenciales y en las planchas congresales, también la creación de nuevos movimientos, alianzas y/o partidos políticos, guiados por intereses personalistas y no bajo una ideología política partidaria, una suerte de políticos sin partido, como refiere el Dr. Martín Tanaka[2], lo que da como resultado la desinstitucionalización de la participación ciudadana.
Otra de las manifestaciones de la crisis de representatividad, es la ausencia de patrimonio político, este conjunto de personas con trayectoria y experiencia política que contribuyan con su guía y orientación a las autoridades electas, a fin de fortalecer la institucionalidad y la democracia, generando el respaldo de la continuidad, sin embargo, la realidad apremiante nos muestra una serie de cuestionamientos penales a ex autoridades en los tres niveles de gobierno, aumentando el descrédito y zozobra en la representación, haciendo mella en la honda disconformidad de la población, en los partidos políticos, denotando su incapacidad de transmitir nuestras voces, preocupaciones, propuestas y contribuir a mejorar nuestra calidad de vida como voceros deslegitimados, que no representan los intereses de sus electores.
La crisis de representatividad en nuestro país ha generado que, durante las últimas 2 décadas, se efectúen múltiples intentos de reformas para reducir la brecha existente entre la clase política y la población, con infructuosos resultados que desarrollaremos en la siguiente entrega de este artículo.
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[1] Santos González, Y., y Martínez-Martínez, Oscar A., (2020). La insatisfacción con la democracia en América Latina. Análisis de factores económicos y políticos en
2017. Universitas, 32, pp. 157-174.
[2] Tanaka, M. (2012) ¿Cómo funciona la política sin partidos políticos en el Perú?
Fuentes bibliográficas y electrónicas
Bauman, Z. (2016) Modernidad líquida.
Cuellar, M. (2020) La reforma política para llegar al bicentenario.
Gómez, H. (2020) ¿Reforma de la Constitución o asamblea constituyente?
Guzmán, C. (2020) El Sistema Político Peruano.
Hakansson, C. (2020) Los partidos son la célula básica de la clase política.
Hernández, P. (2018) El Sistema Político Peruano: Su principal nota característica y dos omitidas propuestas de reforma.
Informe Final de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política – CANPR (2019)
López, S, (2020) El poder líquido.